Muchas personas creen que la recuperación consiste estrictamente en no consumir drogas. Consideran la recaída un símbolo de fracaso general y los largos períodos de abstinencia un triunfo pleno. Cuando un miembro lleva algún lapso en abstinencia, una recaída puede ser la experiencia desagradable que origine un rigor superior en la práctica del programa de 12 pasos. De similar manera, hemos percibido que algunas personas, aun manteniéndose abstinentes durante largos períodos, se ven privados de una recuperación completa y de la aceptación debido a su fallo de honradez y a una acción engañosa con ellos mismos.
No obstante que todos los adictos somos básicamente similares, como individuos diferimos en el nivel de padecimiento y en el compás de recuperación. A veces, una recaída puede sentar las bases de una completa libertad. En otras ocasiones, esa independencia puede lograrse sólo por una rígida y obstinada voluntad de aferrarnos a la abstinencia, contra corriente, hasta que pase la crisis. Un adicto que, por cualquier medio y no obstante sea por un período, pueda perder la necesidad de consumir, y tenga la posibilidad de hacer una elección para superar un pensamiento impulsivo y una acción compulsiva, habrá llegado a un momento crucial que puede ser un agente decisivo en su recuperación. La emoción de auténtica independencia y libertad, a veces está aquí en la cuerda floja.
La oportunidad de largarnos y regresar a controlar nuestra vida nos atrae, sin embargo nos damos cuenta de que todo lo que tenemos se lo debemos a un Poder superior a nosotros mismos, del cual dependemos, y al hecho de brindar y recibir ayuda identificándonos con los demás.
Durante nuestra restauración, muchas veces nos rondarán viejos fantasmas. La vida puede volverse otra vez monótona, aburrida y sin sentido. Es probable que nos cansemos mentalmente de insistir nuestras nuevas ideas y físicamente de nuestras nuevas actividades, aunque sabemos que si dejamos de repetirlas, empezaremos otra vez con nuestros viejos hábitos. Intuimos que si no utilizamos lo que tenemos, lo perderemos. A menudo, estas épocas son los períodos de mayor desarrollo. Nuestra psique y nuestro cuerpo parecen estar cansados de todo esto, pero es probable que las fuerzas dinámicas de un cambio, o de una auténtica transformación, estén trabajando en lo recóndito de nuestro ser para darnos las respuestas que modifiquen nuestras motivaciones internas y cambien nuestra existencia.
Mejorar conlleva coraje, y, ya que no hay modo de inculcar una idea nueva en una mente cerrada, debemos hacer que se abra de suficiente modo. Puesto que únicamente podemos hacerlo por nosotros mismos, es forzoso que reconozcamos a dos enemigos internos: la apatía y la postergación. Nuestra resistencia al cambio parece inamovible y exclusivamente una explosión nuclear de alguna índole originará alguna transformación o iniciará otra línea de conducta. Una recaída, si sobrevivimos, puede ofrecer el cambio para arrancar el proceso de desplome. La recaída de una persona cercana, y a veces su extinción a causa de ella, puede despertar en nosotros la necesidad de una vigorosa acción particular.
